La otra noche, estando de viaje, fui a ver una obra de danza contemporánea en un teatro pequeño, casi escondido. Un lugar sencillo, sin ostentación. Apenas unas luces cálidas, un escenario mínimo y esa intimidad que solo se encuentra en los espacios que no intentan impresionar a nadie.

En los primeros minutos ya estaba llorando. Hay funciones que te atraviesan sin pedir permiso. La manera en que los bailarines movían el cuerpo, la respiración, el silencio entre paso y paso, todo tenía una verdad tan nítida que me conmovió. Sentí esa emoción rara que aparece cuando algo te toca un lugar muy profundo.

Al salir, crucé la calle todavía con esa sensación. Y ahí lo vi: un muro enorme, con una frase de Twyla Tharp pintada que decía “Art is the only way to run away without leaving home.”

Me quedé quieta y un poco me empecé a reír, porque sentí que era una señal.
Era exactamente lo que venía sintiendo.

Cuando el arte es tu bandera, estés donde estés, estás en casa.

Esa es la verdad. No importa el país, la calle o el día de la semana. Cuando algo te emociona, te acomoda y te devuelve a vos misma. Te recuerda quién sos, incluso cuando estás lejos de todo lo que conocés.

A veces creo que por eso amo tanto lo que hago. Encontrar una casa para alguien también tiene esa magia. Es descubrir el lugar donde todo descansa, donde uno es como es… donde nos sentimos acompañados sin que haya nadie alrededor. El arte y el hogar donde uno vive se parecen más de lo que pensamos. Ambos necesitan alma, intención, cuidado. Ambos te ofrecen un refugio a su manera.

Esa noche, caminando en una ciudad que no es la mía, entendí que mi hogar aparece cada vez que algo me conmueve así.

Mi casa está donde hay arte, y el arte, cuando es verdadero, siempre te hace sentir en casa.

Elita